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Just saying

Nada engaña más que nuestra propia mente... nada piensa mejor que nuestro corazón.

Los siete en el espejo.

Tengo un cigarrillo en la mano
y tú aún no me has llamado.
Estoy en una pared recostado
esperando tu llamada desesperado.

Lentamente el cigarrillo se consume esperando
que tú llegues rápido. ¿Dónde estás?
¿Vendrás? Me empezaba a cuestionar.
¿Eres la mujer ideal? Era lo que trataba de imaginar.

El humo del cigarrillo sube al techo,
y con él mi mirada también.
Veo a un espejo del otro lado del pasillo.
Un viejo espejo mágico y olvidado.

Noto de inmediato que no me veo.
Mi rostro está borrado de ese espejo.
¿Qué es esto?, pienso.
¿Dónde está mi rostro?

Cruzo el pasillo,
me acerco al espejo,
y mi rostro sigue desaparecido.
No tengo reflejo.

Me detengo justo al frente del espejo.
Estoy asustado. Mi rostro lo han robado.
Está mi ropa y un cigarrillo flotante, pero no mi cuerpo.
Invisible me he vuelto.

Como algo mágico,
el humo del cigarrillo oculta al espejo por un momento.
Una nube gris de gases tóxicos envuelve mi rostro.
¿Qué pasa?, digo en voz alta.

Con mis manos
empiezo a disipar la extraña nube del espejo.
Y al alejarse, me sorprendo de lo que veo.
Mi rostro ha vuelto.

Tengo rostro, pero no vino solo.
Veo en el espejo a muchos,
pero soy yo en todos.
El espejo me muestra que no estoy solo.

Me doy vuelta, pero no hallo nada.
Vuelvo a girar, y ahí están.
¿Es una ilusión? ¿Me estoy volviendo loco?
No sé; todo están real.

El espejo me ha dividido.
Son siete de mi los que veo.
Uno sonriendo, y el otro llorando.
Uno enojado, el otro riendo.
Un engreído, un tímido, y el último sorprendido.

Siete yo. Siete clones.
¿Pero cuál es el verdadero?
¿Qué significa esto? ¿Qué sucede?
Estaba confundido.

Me veo, me oigo, me siento...
pero no me encuentro.
Sé que estoy; ¿pero dónde?
Me veo a los ojos, a mis sietes pares de ojos en ese espejo,
pero solo encuentro miedo y confusión.

Cierro los ojos. No quiero seguir con esto.
Ojalá que termine pronto. Tengo miedo.

Frente al espejo, de la nada, me adormecía,
sentía una fragancia que mi nariz no resistía.
Un aroma de flores y mandarina.
Era  el perfume que te ponías.

Sentí un suave y frágil toque en mi espalda.
Aunque mi camisa se interponía,
sabía que eras tú la que me tocaba.
Por fin habías llegado.

Giré con los ojos cerrados,
pero ya no estaba asustado,
sabía que tú estabas a mi lado.

Abrí mis ojos, y una chispa emanó de inmediato.
Mis músculos se relajaban y caían flojos ante tu mirada.
Abriste tú boca y dejaste salir esas palabras gloriosas.
Mis oídos temblaban, pero tus labios los tranquilizaban.

-Disculpa por llegar tarde, te tengo una sorpresa-, me dijiste.
Y me llevabas de la mano hasta el cuarto.
Mi mente estaba bloqueada de la radiante sonrisa que no ocultabas.
Y como en el aire me sentí cuando me tocabas.

-¡Espera!- te dije pero sin soltarte. -Quiero ver algo.
Me volteé al espejo de nuevo.
Y me vi, contigo, sin nadie más.
Sonreí, y te pedí que me soltarás y que luego te alcanzaba.

Me dijiste: está bien. Y te fuiste,
mientras yo observaba el reflejo de tu cuerpo en el espejo.
Cuando desapareciste del pasillo, los siete yo volvieron.
Y entendí lo que sucedía con el espejo.

Sin ti, me pierdo y siento no saber que siento.
Sin ti, me divido y me alejo de mi mismo sin camino.
El espejo solo respondía a mi pregunta: ¿eres la mujer ideal?
Pues, tú eres la razón por la que vivo.
Tú sabes quién soy. Contigo sé quién soy.

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