Nada engaña más que nuestra propia mente... nada piensa mejor que nuestro corazón.
En un pequeño galpón abandonado, se instalaba un gran circo recién llegado. Largos camiones y pesadas maquinas se detenían por doquier. Enanos, gigantes, peludos y calvos; payasos y magos, todos adornaban el triste y sucio lugar. Traían caballos, tigres, aves y elefantes como prisioneros en jaulas gigantes. Donde uno de los animales sufría más: el elefante más pequeño. Piki, era el nombre del pequeño paquidermo. Una criaturita que había sido alejada de su manada, sus amigos, su vida, y de su madre que lo extrañaba. De uno a uno, comenzaron a bajar cada animal, los llevaban atados con grandes cadenas a unas inmensas jaulas dentro de un manto de colores que cubría a todo el galpón; la carpa. Entraron primero los animales más grandes, y de último los pequeños. Pero el pequeño elefante no dormiría esta noche con el resto. A latigazos y golpes con palos, se llevaron a Piki fuera del gran manto hasta un pequeño tubo metálico...