Nada engaña más que nuestra propia mente... nada piensa mejor que nuestro corazón.
Anoche, tuve una práctica con parte de mi familia. Salimos de la Iglesia, nos detuvimos primero en una panadería y luego decidimos bajarnos, a tomar un poco de aire, en el nuevo paseo construido cerca de mi casa, Generalísimo Francisco de Miranda, es su nombre. Eran un poco más de las 8:30pm, la noche era fresca, tranquila, hermosa; con una bella luna menguante que iluminaba todo el boulevar.
Caminamos desde el carro hasta el banquito mas cercano; comenzó la charla.
¡Tu papá! De pronto dijo mi abuela de la nada; en medio de la conversación, y desde ahí, todo se centro en esa frase. Yo pensaba: "¿por qué tendría que decir eso?", deseando que lo olvidaran rápido. E inicio lo que temía; una discusión sobre ese hombre, ausente en toda mi infancia, del que no he querido saber nada.
De pronto, inesperado, llega un pensamiento fugaz: "tal vez hablar sobre él no sea tan malo, quizá podré saber algo de él; siempre han evitado hablarme de él." Y sin sentido, mi subconsciente, como un niño, se llenó de curiosidad, curiosidad que yo intentaba controlar y aparentar que lo hablado no despertaba interés en mi; aunque en verdad si.
Pasaban lo minutos y aun seguía el tema de mi padre. Me decían que no debía dejar que fuese un obstáculo en mi vida; me contaron sobre conocidos, hombres adultos ya, que pasaron por lo mismo o al menos algo parecido y que ahora le hacen saber al mundo que su vida es plena; que yo debería tomar ese ejemplo. Aun así les dije: "yo me tomo mi vida tranquila, si Dios quiere que sea así, que así sea."
Hasta que, al fin, logré desviar un poco la conversación. Mi abuela, ansiosa por en casa estar, se levantó siguiendo aun un poco la conversación, que aun estaba flamante como una fogata en la madrugada. Y por ultimo, mi tia, se levanta y da las palabras, que como un extintor apaga con lo que queda ardiendo de la llama, "es hora de irnos", dijo. Y yo, un poco intrigado, pero no molesto; decidí narrarte esto a ti. Una de muchas cosas de mi vida.
Caminamos desde el carro hasta el banquito mas cercano; comenzó la charla.
¡Tu papá! De pronto dijo mi abuela de la nada; en medio de la conversación, y desde ahí, todo se centro en esa frase. Yo pensaba: "¿por qué tendría que decir eso?", deseando que lo olvidaran rápido. E inicio lo que temía; una discusión sobre ese hombre, ausente en toda mi infancia, del que no he querido saber nada.
De pronto, inesperado, llega un pensamiento fugaz: "tal vez hablar sobre él no sea tan malo, quizá podré saber algo de él; siempre han evitado hablarme de él." Y sin sentido, mi subconsciente, como un niño, se llenó de curiosidad, curiosidad que yo intentaba controlar y aparentar que lo hablado no despertaba interés en mi; aunque en verdad si.
Pasaban lo minutos y aun seguía el tema de mi padre. Me decían que no debía dejar que fuese un obstáculo en mi vida; me contaron sobre conocidos, hombres adultos ya, que pasaron por lo mismo o al menos algo parecido y que ahora le hacen saber al mundo que su vida es plena; que yo debería tomar ese ejemplo. Aun así les dije: "yo me tomo mi vida tranquila, si Dios quiere que sea así, que así sea."
Hasta que, al fin, logré desviar un poco la conversación. Mi abuela, ansiosa por en casa estar, se levantó siguiendo aun un poco la conversación, que aun estaba flamante como una fogata en la madrugada. Y por ultimo, mi tia, se levanta y da las palabras, que como un extintor apaga con lo que queda ardiendo de la llama, "es hora de irnos", dijo. Y yo, un poco intrigado, pero no molesto; decidí narrarte esto a ti. Una de muchas cosas de mi vida.
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